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Aumenta diversidad de la estructura familiar cubana

Está el abuelo de pie, con rígida expresión, luciendo sus atavíos domingueros. La boca perfila una mueca y los orificios nasales parecen ensanchársele por el fruncido ceño. La abuela reposa a su lado en la butaca, con la expresión de quien pasa la vida añorando sueños.

La disposición de los abuelos en aquella amarillenta, encartonada y agrietada foto pudiese ser el antiguo retrato de familia de cualquiera de los hogares cubanos.

«El modelo de familia en nuestro país respondía a un patrón tradicional basado en la ideología patriarcal. El hombre era el sostén del hogar, la autoridad suprema. Y la mujer representaba a la persona que asume un rol protector, cuidador, educativo...», explica la Doctora en Ciencias Psicológicas Patricia Arés, presidenta de la Sociedad Cubana de Psicología.

—¿Qué cambios específicos ocurren actualmente en la familia cubana?

—Han variado considerablemente los estilos de vida. En investigaciones realizadas después de la década del 90 se demuestran tendencias de cambio en los vínculos familiares.

«Debido a nuestro modelo social, donde existen una serie de políticas beneficiarias, tenemos indicadores de modificación familiar semejantes a los de países altamente desarrollados. Pero, al estar insertos en una economía precaria, ser un país bloqueado y tener una serie de condiciones socioeconómicas desfavorables, en Cuba se dan características muy específicas de la familia.

«En la Isla se registran procesos de diversidad en la estructura familiar. Según datos del último Censo de población y vivienda se observa una disminución de hogares nucleares, con padre, madre e hijos, aunque todavía predominan los domicilios de este tipo.

«En el último Censo se aprecia también un incremento de familias monoparentales con jefatura femenina, como resultado de divorcios o a la no implicación de la figura paterna. El 70 por ciento de los niños cubanos tienen a sus padres divorciados.

«Existe la representación de otros modelos por el incremento de las separaciones. De cada cien matrimonios legales, 60 se divorcian y es la mujer quien hace la mayor demanda del proceso.

«El matrimonio legal está perdiendo importancia, pero no así las uniones. La vida en pareja sigue siendo una opción del cubano.

«Otro fenómeno que tiene lugar es la nupcialidad reincidente, que no siempre es legal. Se ve a los hijos de los matrimonios anteriores asistiendo a la boda de sus padres por segunda o tercera ocasión. Antes esto era poco frecuente, pero ahora los niños dicen con naturalidad: hoy se casa mi papá o mi mamá; o son las damitas de compañía, o asisten a la luna de miel. Son recombinaciones muy interesantes.

«También en Cuba existe otra tendencia que es internacional: la reorientación familiar de personas de igual sexo. Son frecuentes las uniones de personas homosexuales, que en muchos casos tuvieron hijos con anterior casamiento heterosexual».

—¿Qué cambios implica en los vínculos familiares el envejecimiento acelerado de la población cubana?

—Imagina que una de cada cuatro personas tendrá más de 65 años en el 2025. Están naciendo muy pocos niños y la esperanza de vida es muy alta. La familia cubana está decreciendo, tiene más personas de la tercera edad que niños.

«Tenemos el fenómeno de ancianos cuidando a ancianos, por lo que se inicia así una nueva etapa del ciclo vital de la familia.

«El 15 por ciento de la población cubana tiene más de 60 años. Hay una gran proporción de adultos mayores insertados dentro de la familia. Y las mujeres quieren dos hijos, pero se quedan solo en la aspiración, porque generalmente tienen un descendiente.

«El envejecimiento poblacional también provoca cambios estructurales. Hay un incremento de hogares unipersonales de ancianos que se han quedado solos.

«En Cuba se da además el arreglo de convivencia entre una pareja joven y ancianos con los que no tienen una continuidad biológica. Los jóvenes los cuidan con el objetivo de tener un espacio habitacional.

«Han proliferado también los hogares multigeneracionales. Cuba no ha podido solucionar después de la crisis económica de los 90 el problema de la vivienda; por ello la familia vive en espacios reducidos y en otros casos las viviendas comienzan a estirarse como chicles con una barbacoa, o un pequeño cuartito.

«Una característica sui géneris que tiene la familia cubana es que forma parte en una red amplia de intercambio social. Esto está estrechamente relacionado con nuestro modelo social. La puerta del cubano puede ser tocada infinidad de veces en el día, lo mismo por el médico, que por la enfermera, el fumigador, el vecino... y esto beneficia mucho a los niños y a los ancianos».

—Podemos afirmar que el rol de los abuelos se ha reconfigurado.

—En nuestro país es posible decir que la familia es esencialmente matricéntrica, donde las madres y las abuelas son las protagonistas de las acciones que se proyectan en el núcleo.

«En una encuesta que realizamos para un trabajo de curso en la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana se demostró que la mujer profesional adulta, que padece el síndrome de la súper-mujer porque puede conciliar el trabajo con los hijos, con la pareja, con la casa, con las organizaciones... ha podido concertar esta multiplicidad de roles por el apoyo imprescindible de la abuela. Y en las casas monoparentales, el papel sostenedor de la abuela es trascendental.

«El rol del abuelo ha cambiado considerablemente; está el síndrome del abuelo-esclavo, que es quien sirve de puente para todos y sostiene varias generaciones.

«Existen también los abuelos instantáneos, que son aquellos que asumen como nietos a los hijastros de sus hijos. Y están los trasnacionales, porque tienen contacto con sus nietos por las tecnologías, o se trasladan a distintas partes del mundo para conocerlos».

«La literatura reconoce igualmente a los abuelos mucha marcha. Estamos hablando de quienes les sacan el cuerpo al hecho de ser abuelos y se la pasan haciendo cursos, superándose y defendiendo su propio espacio».

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